martes, 6 de julio de 2010

Leyendas Cofanes

Leyenda de la época intermediaria cofán, uso de ayahuasca
La boa y el muchacho

El dueño del platanal habiendo muerto se convirtió en una boa. Convertido en una boa se acostó en el platanal. Otro hombre fue al platanal con su niño. Se fueron para cortar plátanos.
Mientras el padre estaba tumbando el niño estaba buscando otro maduro.
-¡Aquí está uno como una árbol, Papá!
El padre, fue y vio que una boa larga ya había cogido al niño. Esta era grande como dos amontonadas en una sola. El niño iba a la boa y ya estaba borracho. Estaba borracho por la borrachera de la boa. Se acostó insensible.
Arrastrándose poco a poco el niño estaba entrando en la boa. Arrastrándose iba al sitio donde se acostó la boa. Cuando el niño casi había llegado su padre le oyó. No había entrado en la boca de la boa pero estaba llegando. Su niño estaba gimiendo, “’un, ‘un, ‘un”. El padre pensó, “¿qué hace?” corriendo llegó y vio lo que pasaba. Allí estaba acostado.
-¡Ay, Dios mío!-dijo-¡Mi niño va a morir! ¡Va a ser comido por la boa!
Acercándose cogió el pie de su niño. Jalando sacó al niño de la boa. También ésta trató de llevarlo. Pero no pudo. Había llegado a ser pesado como una piedra. Como no era capaz de llevarlo, cesó. El hombre fue a llamar a su esposa. Entonces ambos le cogieron y jalaron. Le llevaron a la canoa. Y lo transportaron a la casa.
Tomaron la ayahuasca para curarle. Habiéndose emborrachado encantaron. Encantaron sobre retoños de caña. Empezaron a lanzar repetidamente y a apuntar a la boa con los retoños de caña. Dos personas lanzaron las cañas. La boa no se levantó. Otro también lanzó. Entonces se movió la boa. Hizo un movimiento como que si iba a levantarse. Soltando, soltando, soltando y revolviendo se quedó desplegada. Se enderezó. Siguió arrastrándose hasta entrar en el río. Aunque su cabeza había sumergido su cola estaba todavía en tierra seca. Otro shamán lanzó a la cola. Se fue al fondo. El niño sobrevivió.






Leyendas época post-conquista

El demonio de los caucheros

Hace mucho tiempo había un blanco que trabajó en el caucho. Dos hombres trabajaron en el caucho juntos. Tumbando un árbol de caucho sacaron la leche. En la tarde vinieron a su campamento. Uno de los hombres gritó:
-Aaaaaaaaa.
El otro le regañó diciendo:
-¿Por qué gritó? Si grita demasiado un demonio vendrá. ¡Cállate!
El blanco gritador dijo:
-Grito por una mujer.
Entonces cesó. No gritó más

Al próximo día siguieron trabajando y volvieron a su campamento. Cuando era tarde el hombre gritó otra vez. El gritó por cuatro días. Un demonio apareció como una mujer, como una mujer blanca. El blanco gritó primero. Después gritó la demonio. El blanco estaba alegre. -¡Ahora viene una señora blanca!
El otro hombre dijo:
-Sí, pero es una demonio.
Otra vez el hombre blanco gritó diciendo en castellano:
-¡Venga a comer!
La demonio contestó:
-Bueno.
El hombre estaba muy alegre. El cocinó arroz. También cocinó plátanos majados. La mujer blanca vino y le saludó diciendo:
-Buenos días.

Ella comió el arroz. Ya era de noche. El hombre gritador durmió junto con la mujer. El otro hombre, el que no gritaba, durmió en un puesto ajeno. El no durmió cerca a ella. Él, despertándose oyó el sonido de gotas cayendo, “ta’,ta’,ta’”. Cuando miró, vio que la demonio había comido a su compañero. Le había cortado la garganta. Su sangre goteaba. El hombre recogió su cama y su tora, y calladamente salió corriendo al pueblo. Le dijo a los otros blancos en la casa:
-¡Es una demonio! ¡Se lo comió a él!
Respondieron:
-¿De veras?
Entonces cerraron bien la casa. Con miedo todos los blancos entraron en esa casa. La demonio vino y dijo:
-¿Si me desearon y llamaron, por qué me tienen miedo? (Ella habló en castellano.)

Mientras la demonio trataba de entrar en la casa, empezó un bebé a llorar, “yé, yé, yé”. La demonio oyó esto y tuvo miento. Con miedo se fue.
Al día siguiente los blancos fueron para ver. La siguieron y miraron que se había comido todo el caucho. También se había comido todo-los palos, las calderas y toda la casa. Se comió todas las herramientas y todas las cosas tocadas.
Entonces teniendo miedo, cuando otra vez fueron a trabajar el caucho, no gritaron. Trabajaron calladamente sin gritar ni una vez.

El polvo para volar

Hace mucho tiempo mi hermano mayor me contó este cuento. Se dice que había un blanco. Estaba casado con una mujer blanca que sabía desaparecer secretamente durante la noche.

Cuando se desapareció su marido pensó: “¿dónde está ella?”
Mientras él esperaba escondido, ella se bañó las manos con un polvo blanco. Frotó el polvo bañando todo su cuerpo y se fue volando. Se dice que aleteando se fue volando. Su marido pensó: “¿dónde está andando? ¿Estará andando con otro hombre?” Pensando eso esperó. Nada ocurría. Pensando que ella se iba lejos, la noche siguiente miró otra vez.

Cuando ella se fue, él pensó: “también me voy. Voy a visitar otro país. ¿Está bien, no?” Pensando esto el marido se baño con el polvo. Y él también se fue volando. Fue y encontrando a su mujer bañándose, ella le dijo:
-¿Por qué has venido? Vivirás con tristeza como yo. ¡Vuelve!
Como ella le dijo así, él volvió a su casa. Vino, aterrizó y botó el polvo con que se bañaron desparramándolo. Se acostó y esperó la llegada de su mujer al amanecer. Cuando ella vino, él la tiró con escopeta, “taa”, y la mató.

Eso es todo. Así me contaron este cuento viejo.
Fin.

Leyendas tomadas del libro “Los ancianos nos contaron…” narradas por Enrique Criollo y redactadas por M.B. Borman. Quito 1991.

2 comentarios: